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El bosque de las alas

Relatos y ficción

El frío se desliza entre las sinuosas copas de los árboles del Bosque de las alas. El sonido de las ardillas que trepan hacia sus diminutas casas, el aleteo de los pájaros que buscan cobijo, y el viento entre las ramas se acompasan en una armónica obra propia de Bach. Aunque esta vez la naturaleza es la directora de orquesta y la luna despidiéndose del sol antes de que este se vaya, la batuta que dirige el concierto.

Apenas quedan unos rayos de luz que atraviesan algunas hojas agujereadas por las frustraciones de algún pitirrojo, pero ya se puede escuchar cómo el bosque se prepara para dormir. Aparece el sonido de los grillos, que en esta estación sustituyen a las chicharras de verano. Decenas de grandes ojos salen a escena petrificados por el ambiente que se cierne. 

Y llega el momento. Ese momento en el que no se escucha más que el silencio, porque aparentemente no hay nada que oír. La oscuridad convierte al bosque en un monstruoso entresijo de sombras que danzan con el paso de una fría brisa que trae consigo algunas gotas de tristeza. Se apaga. Se duerme. Es ahora, la hora del aleteo.

A lo lejos, una especie de palmada ilumina el camino de hojas que ha dejado el otoño a su paso. Silbidos despiertan a los habitantes del vecindario natural, mientras una nube de colores indefinida trata de avanzar hacia el primer claro del bosque. Un torbellino de chasquidos irrumpe en escena. Se alcanza a distinguir algún pico, un ala en una esquina del bullicio, y alguna garra que deja marca en los árboles por los que pasa.

Iluminados por la tímida sonrisa de la luna da comienzo el festival. Cada noche, el Bosque de las alas acoge el ritual del aleteo, donde los protagonistas son toda aquel ovíparo con pico y plumas. “¿Qué pasa contigo?”, “¿Y tú qué estás mirando?”, “Alguien me ha pellizcado en un ala”, … Ningún ser racional podría creer estas conversaciones entre cientos de pájaros allí presentes. PUM. Un golpe seco. Por fin vuelve a reinar el silencio. Son las dos de la mañana y hasta los aullidos de los lobos duermen. De una esquina, y andando con la agilidad de un ser humano, aparece un búho con pinta de haberse estrellado más veces que años tiene. Tiene una pequeña calva en lo que podría ser su barbilla y un ala inclinada como la torre de Pisa. Se aclara la garganta. “Bienvenidos una noche más al aleteo del Bosque de las alas. Gracias por asistir. Como sabéis, cada día es más complicado reunirnos por el terreno que estamos perdiendo. Pero, ya veo que eso no nos frena a seguir compartiendo las tradiciones”. Hace una pausa y continua con su rutinario discurso. Todos abren y cierran el pico en silencio deletreando sus palabras. Aunque siempre repite lo mismo, los espectadores se mantienen atentos a la espera de que comience el aleteo.

Para muchos no será nada especial, pero el aleteo es el momento en el que se reúnen todos estos seres para celebrar. Tal vez celebran seguir vivos, sin haber sido cazados. O celebran que su casa sigue en pie y no la talaron. O celebran por celebrar. La cuestión es mover las alas y darle al pico por todo lo que está por llegar.

La música la ponen algunos periquitos, y el bullicio, el resto de los asistentes. Conversaciones, bailes y muchos cantos de felicidad que llegan a su fin con los buenos días del alba. Y el encuentro se dispersa.

6.30 de la mañana y se escucha el crujir de la escarcha que con los primeros saludos del sol desaparecerá para volver a reencarnarse de nuevo en esa misma raíz en la siguiente noche. Todos los sonidos, todos los cantos, todos los picoteos han cesado. En la mañana, el bosquedespierta sin nada de contar, pero todo contado. El suelo chirria al paso de dos senderistas que buscan algo de aventura.

— ¿Sabes por dónde vamos?

— Sí, es por aquí. Pero aún queda rato para llegar a la Cueva de las Garzas. Este camino es simplemente un bosque un poco aburrido sin mucha vida.

A su paso, el Bosque de las alas cierra el camino. Suelta una carcajada en forma de brisa y mira a sus habitantes, que sonríen, ahora, desde las copas de los árboles a la espera de una nueva noche de aleteo. En todo este tiempo nadie ha descubierto su secreto. Por eso, “aburrido” para ellos resulta ser todo un cumplido.

1 comentario en «El bosque de las alas»

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