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Soy un gran ejemplo

Llanto. Risas. Primera palabra. Primer “mamá”. Primer “papá”. El chupete. Adiós al pañal. La bici. La mochila. El jersey del uniforme. Quitemos los ruedines. El timbre. Primeros exámenes. Primer suspenso. Recuperar. Primer amor. Primer desamor. Selectividad. Primera borrachera. Mallorca. Primera caída de la tabla de surf. Primer baile en la playa. Jugar al voleibol con amigos. Primer día de la universidad. Primera barrilada. Segunda borrachera. Excursiones al bar. Profesores. Catedráticos. Ponencias. Aburrimiento. Carcajadas. Nuevos amigos. Primeros finales. Tercera borrachera. Primera para septiembre. Cuarta borrachera. Promesas. Quinta borrachera. Silencio. Malestar. Vómitos. Escalofríos. Hospital. Oscuridad.  ¿Aquí se acabó la vida? Ella es una borracha. Una joven borracha. Seguro que se ha liado con muchos de fiesta. El desfase la define. ¿No se merece que la llamen por su nombre?

No, claramente, no. Es una repudiada y se lo ha ganado. Tarde o temprano tenía que venirle la ostia. El bofetón. Mira el malestar que ha creado a su familia. Ella era buena estudiante, y no daba un ruido. Seguro que es por las nuevas junteras. Lo mismo tenía problemas en casa. O problemas en la universidad. Quizás empezó a salir con alguien. Seguro que es para llamar la atención. Ahora, esto es una mancha en el expediente.

Conjeturas. Suposiciones. Así se acaba tu vida. Así terminas de ser tú. Así se acaban todos los recuerdos y experiencias. Así dejas de ser para parecer. Parecer lo que el resto cree.

Juzguemos. Sigamos señalando. Comparando los males. Comparando el dolor. Viendo quién está más en la mierda. Viendo quién tiene más derecho a quejarse. Viendo quién cometió el error más grande. Viendo a quién no hay que tener de referencia. De quién hay que huir. Por quién hay que cruzar al otro lado de la calle.

Un día hubo un sabio con pelos alocados, vaqueros y camiseta básicas de color ocre que dijo: “Tú no eres la ostia que te pegas, eres lo que haces cuando sales de esa ostia”. Todo esto son sellos. Marcas de “debería haber …”. O “no debería haber”. Cosas que no te definen. Cosas que han pasado. Cosas que no controlamos. O que sí. Pero que no tienen nada que ver con la fragilidad. Porque el que huye de los errores es el cobarde que nunca despertará. Porque nada sabe mejor que una recaída. ¡Ah! Sí, un aprendizaje.

Aprendamos. Aprendamos de nosotros. Aprendamos de todos los que se hicieron daño. Aprendamos no de sus caídas, sino de su forma de levantarse. No para evitarla. Ni para imitarla. Sino para ver que son un ejemplo a seguir. A su manera. Aunque aún no se haya levantado. Porque las lecciones de vida nos las da el más enjuiciado, porque tampoco ya no tiene nada más que perder. Solo una etiqueta más que ganar. Por eso, la próxima vez que te pregunten: “¿Cómo te definirías?”. No pienses en tus errores, en tus caídas o en tus lecciones. Piensa en lo que puedes aportar. Y que tu respuesta sea: “soy un gran ejemplo”.

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