Saltar al contenido

De Málaga a Estambul desde la línea de tres

Suena un pitido. Nota una presión. Rápidamente, alza el vuelo. Gira. El despegue es digno de turbulencias. Se escucha un gruñido muy agudo. Pero no viene del cielo. Viene de abajo. ¿Se acerca una tormenta? ¿Una estampida? Por desgracia, no se mantiene el vuelo. No tiene alas, sino cuero. No es un ave que despega. Es el balón que comienza el juego.

La banda suena al ritmo de las zapatillas sobre el parqué. Ya no hay última llamada. El avión de Málaga a Estambul ya ha partido. Pero el primer ascenso parece descontrolado. El Galatasaray domina el vuelo y consigue a base de rebotes y juego en ataque dejar en el banquillo al Unicaja. Hay un hombre al final de la grada intentando comerse un perrito caliente. Aún tiene que limpiarse las manchas de salsa. Levanta la cabeza. 18-21. Ya empieza el segundo cuarto y le ha pillado con los dedos en el kétchup. Mientras, su mujer le señala el banquillo. Casimiro, entrenador de los verdes, se mueve hasta línea de fondo y vuelta. Nadie sabe qué está haciendo, pero parece funcionar. Pases fluidos y más intensidad en zona sirven para levantar a una afición que hasta ahora mantenía los ánimos pegados a los asientos. El cambio ha sido casi inminente, el conjunto malagueño vuelve al partido. Todavía queda mucho, pero por ahora, toca ese momento donde la pista se convierte en plató de concursos. 41-39.

Un niño en tercera fila frunce el ceño mirando a pista. Los equipos entrenan. Ha cambiado algo. Ahora entrecierra los ojos buscando las siete diferencias. No se da cuenta de que estamos en el descanso, que va a empezar la segunda mitad y que los equipos cambian de campo.

Suena la bocina. ¿No había empezado ya el partido? Sí, pero se vuelve a cancha a terminar lo que se había empezado. Es tarde. Entre las filas, algunos bostezos. Bostezos que en cuestión de cinco minutos se acabarán convirtiendo en asombro. ¿Por qué? Una ola de aficionados con las manos en alto se pone en pie con el ritmo de un efecto dominó. Lanzamiento de triple, asistencias, entradas a canasta y algún intento de alley oop. Suficiente. El corazón del público suena al ritmo del tambor. Los cajistas consiguen la ventaja. 64-58 y da comienzo el último cuarto.

El partido va a velocidad de crucero. Quedan diez minutos. Aún no han tocado tierra. No cantan victoria. Ahora, llegan las actuaciones en defensa, con algunas jugadas individuales en ataque. No importa que no entiendas de baloncesto, tan solo hay que escuchar a la grada. El tambor. Los gritos. Las palmas. Un coro: “¡MVP! ¡MPV!”.

Quedan cinco minutos para finalizar el partido. Toupane se convierte en el comandante de este vuelo, con once puntos seguidos anotados. ¿Cómodos?  El equipo visitante consigue un 0-11. Expulsan a falta de un minuto de juego a Alberto Díaz. Se sufre, pero no mucho. Las luces no se han apagado. El contador sigue en el juego. Pero la gente ya se levanta. La sensación al ver el Carpena es la misma que cuando el avión está aterrizado y aún no han abierto las puertas. Algunos se quedan en las escaleras, por si acaso. Pero no queda tiempo para por si acasos. Una luz intermitente ilumina el estadio. 88-83 ese es el resultado. Esa es la victoria que mantiene al Unicaja como invictos en Eurocup. Ese es el vuelo de Málaga a Estambul que lleva a la victoria desde la línea de tres.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *