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¿Dónde nos hemos dejado el papel de regalo?

“Trabajo para limpiadora”, “Niñera con experiencia busca …”, “Trabajo con ancianos”. En la marquesina de la parada del autobús hay varios carteles con flecos pegados. Muchos de esos papeles, algo mordisqueados. Siempre pensamos que es por interés, pero la mayoría de las veces es por mero aburrimiento. Como ahora. Dos gemelos, de no más de diez años, con los pelos rizados y abrigos a juego, están arrancando algunos de ellos. Total, son niños y aún le quedan 6 minutos al bus.

A la parada llega el reflejo de las luces de Calle Larios. Hay un grupo de jóvenes, que por su tranquilidad y el número de “en plan” que han dicho en estos dos últimos minutos, tendrán unos 15 años. Todos llevan un gorro de navidad y muchas bolsas de tiendas de ropaen las manos. A falta de 4 minutos para que llegue el bus, una familia viene abanderada por sus abuelos. La abuela, con gafas metálica del “año de la catapún”, va quitándose el pañuelo naranja del cuello, que por cierto no guarda mucha armonía cromática con el resto de su conjunto de falda azul marino, camisa rosa y abrigo negro. Al lado, el abuelo, con una gorra de cuadros algo gastada por muchos fríos. Y tras ellos, todo el séquito. Una madre y un padre que tiran de un carrito rojo y un niño y una niña agarrados cada uno a un lado.

Llega el autobús, y va cargado de gente, bolsas, papel de regalo, gorros y panderetas. Conforme subimos los que estábamos esperando, se escucha desde el fondo a un grupo de personas cantando villancicos. Ahora mismo, dentro del bus parece julio, y no solo por el calor, también porque parecemos todas las sardinas que en los cubos de los merenderos esperan a ser espetadas. “Anda, ya nos hemos olvidado el papel de regalo”. Ya íbamos por la altura del Parque San Antonio, un trechito de vuelta para el centro. La cara de aquella mujer era más de cansancio. Más cargada que la mula del pesebre que tuvo que montar sola la semana pasada, aunque Claudia, su niña tenía muchas ganas, al principio. Claudia tiene la estatura de un ayudante de Papa Noel y lleva dos orejitas de elfo que sobresalen de un gorro verde, rojo y blanco. “Pero mami, no te preocupes, no pasa nada si no hay papel”. La madre le mira con una sonrisa inocente. La niña se la devuelve y le dice: “¿ves mami? Te acabo de regalar una sonrisa y, y, y no ha hecho falta papel de regalo”.

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