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¿Hiciste lo correcto?

Quedan 5 segundos. Saca el equipo contrario. El partido está perdido. Toca tomar una decisión. Solo la jugada correcta dará la victoria. ¿Qué hacer? Bajo presión no se piensa bien. Sacan. Corta el balón. Un robo. Un pase. Entrada a canasta. El balón roza la red. Suena la bocina. El marcador se ilumina. No ha entrado. Entonces se pregunta el jugador: ¿Hice lo correcto?

“Resulta muy complicado tomar decisiones correctas pero que personalmente te pueden perjudicar”. David Jiménez se hizo la misma pregunta que ese jugador de baloncesto que dudó en haber liderado la jugada. ¿La diferencia? La de él no fue solo de 5 segundos. El final del partido duró un año. Un año como director del diario El Mundo

Entre risas, recuerda cómo empezó toda su aventura. Se parece a las clásicas historias del “camino del héroe”. Un simple becario que coge su maleta y se marcha a Asia a hacer corresponsalías. Y que, después de un tiempo y muchas crónicas, recibe una llamada. Sí, la que solo aparece en las películas. “Al entrar dije. Voy a ser el mismo corresponsal que trataba de hacer un trabajo con un poder transformador, fiel a la redacción y a los lectores”. Esto sonaba, y sigue sonando, bien en la mente de David Jiménez. Se nota en cómo mira a la sala. En el Aula Magna de la Facultad de Comunicación no caben más ojos. Al periodista no le incomoda. Al contrario, se apoya sobre el atril como si fuera la mesa de aquel despacho al que tanto hace referencia. Aunque sabe que, al menos, aquí, hay gente que comparte ese mismo pensamiento.

 “Durante 296 portadas cumplí con mi palabra de hacer el periodismo que importa a la gente. Pero si haces bien tu trabajo lo que ocurre es que te despiden o te vetan”. Mientras, se empuja las gafas con el dedo. Ni sus gafas parecen soportar el peso de sus decisiones pasadas. Hace un barrido a la sala. Respira. Hace una pausa. Era necesaria. Si no, todo el mundo creería que el camino es fácil.

Jiménez sabe lo que es estar sentado en el otro lado de una conferencia como la que ahora está dando. Él también fue estudiante. Ellos y ellas no se esperan los caminos que les quedan por delante. Lanza una última mirada a todos. Sin vibrarle la voz y como quien recuerda con nostalgia aquel lugar donde una vez fue feliz, les plantea la mayor de las dudas. “Cuando te mires al espejo, dependiendo del camino que hayas tomado, podrás decir si contribuiste a mejorar esta sociedad, o si por el contrario la empeoraste”. El periodista sabe que para ellos ese espejo queda lejos. Ni siquiera aún él ha terminado de ver su reflejo.

Es posible, que, al firmar el último libro, mientras lo entrega con una media sonrisa, piense sobre lo que acababa de decirles a esos jóvenes periodistas y se pregunte: ¿Hice lo correcto?

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