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Tras la máscara del poder

Decenas de máscaras hechas con papel de periódico esperan atentas. Son las protagonistas y se sienten algo observadas. Desde las repisas, bustos, rostros, animales y formas observan pacientemente a estas extranjeras. Esas tapas no suelen pisar la segunda planta de la Librería Luces. Solo cuando hay historias que contar. Historias con argumento y firma. Historias como la de hoy. David Jiménez, el periodista que solo quiso hacer periodismo, tras la máscara del poder.

¿Qué sucede cuando pasas a ser el director de una gran cabecera? ¿Se reciben “llamadas importantes”? ¿Se hacen nuevos amigos? ¿Se crean nuevos enemigos? ¿Cuánta verdad puede llegar a ocultarse? El Director lo tiene claro. No se avergüenza de ninguna decisión. De las suyas, ni de las tomadas por otros compañeros de profesión. Sin vibrarle la voz decide que es el mejor momento para justificarse, cara a cara y mirando a los ojos de todos los presentes. Antes, cada vez que se justificaba era ante sus superiores, pero las firmas de su libro le han servido para hacerlo, esta vez, acercándose a sus lectores.

Con el micro en la mano y decenas de personas escuchando, David Jiménez intenta ordenar las ideas mientras mira a las portadas que tiene en la repisa de su derecha. Toda esa sección es justo la de filosofía. Pero el “yo solo sé, que no sé nada” no llega a ayudar demasiado. Porque sí que sabe. Sabe tanto como ha vivido. Tiene muchas cosas que sentir y recuerdos que contar. La corresponsalía le vienen en forma de sonrisa, aunque cuando se trata del despacho, le cuesta tragar saliva.

“¿Cuándo se jodió el periodismo?”, lanza una pregunta al aire y todos en la sala quedan extrañados. Parece que por llevar americana no se puedan decir palabrotas. Es la única forma de expresarse. Con rabia. Como quien se siente traicionado por el amor de su vida. Nadie quiere saber cuántos papeles mártires cayeron hasta llegar a la edición impresa que ahora mismo aguardaba a ser firmada por el autor. Pero es normal, el que pasó de ser becario a director solo tenía un único objetivo en mente: “Ser siempre fiel a mis periodistas y lectores por encima de los intereses”. Lo de las palabrotas llegó poco después con el nepotismo y la corrupción. Esas palabrotas fueron las que le hicieron empezar una libreta donde apuntar todo lo que pasaba en el día a día, por si en algún momento sacaba el valor de publicar, no una historia, sino la verdad.

“Cuando el periodismo dejó de asustar al poder, nos convertimos en parte del sistema. Hay gente muy instalada y no están interesados en que eso cambie”. Mientras lo confiesa, trata de acomodarse en la silla y apoyar los pies en el suelo. Parece que nunca los despegó. Parece que siempre tuvo claro este final. “Y así lo hice hasta mi última portada publicada”. Y así lo hizo. David Jiménez, el periodista que solo quiso hacer periodismo, tras la máscara del poder.

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